Trauma en las congregaciones: Un llamado al discipulado de los laicos
Más de 42 millones de adultos en Estados Unidos sufren de ansiedad y muchos más llevan cicatrices de algún trauma. La iglesia puede ser fundamental en el discipulado y la sanidad de los que han sido heridos.
Luego de vivir las secuelas de la peor tragedia ocasionada por un conductor ebrio en la historia de la nación, la evangelista Martha L. Tennison conoció el secreto de ministrar a las personas que experimentan un trauma: ofrecer su presencia.«Estar disponible para hablar con ellos y escucharlos» dice Martha, de 81 años, cuyo esposo pastoreaba Radcliff First AG en Kentucky cuando 27 de sus miembros murieron en un accidente de autobús en 1988. Ser accesible a la gente y hacerles saber que ellos importan. Sentir su dolor y darles aliento es lo que marca la mayor diferencia».
Incluso ante una pérdida asombrosa, la residente de Lake Ozark, Missouri, dice que la congregación puede estar lista para ayudar. Comienza con disciplinas como una vida de oración diaria, la lectura de la Biblia y mantener una estrecha comunión con Dios y otros creyentes.
Eso fue lo que ayudó a Don Tennison a predicar en los 16 funerales en 48 horas a la vez que consolaba a 58 familias afectadas por la colisión frontal. El accidente lo causó un conductor ebrio que iba en sentido contrario en la Interestatal 71, a una hora al norte de Louisville.
Entre los sobrevivientes se encontraba su hijo, D. Allen Tennison, quien hoy es consejero teológico de las AD. Allen dice que muchos predijeron que la iglesia menguaría, pero sucedió lo contrario, la iglesia creció de 800 a 1.000 en los dos años posteriores al accidente.
«Cuando una comunidad es sana, te sientes seguro con los demás», dice el exprofesor universitario. «Y cuando se sienten seguros entre sí, pueden corren unos a otros en busca de ayuda. Cuando no te sientes seguro y ocurre un trauma, te separas porque tratas de protegerte».
El cuidado que Allen presenció después del accidente incluyó que los miembros oraran con las familias de las víctimas, leyeran las Escrituras con ellos, entregaran alimentos y proporcionaran transporte u otra asistencia. Las AD ayudó también junto a Emerge Counseling Ministries, al enviar consejeros a Radcliff sin costo alguno. Numerosas congregaciones de todo el país también se acercaron para ofrecer ayuda.
Si bien las probabilidades de que otra iglesia enfrente este tipo de devastación son pequeñas, Allen dice que la preparación para el trauma comienza con una enseñanza teológica sólida, en especial que no se nos garantiza una vida sin dolor. Como ejemplo, mencionó a alguien cercano a él que tenía una hermana que luchaba contra el cáncer. La iglesia de la familia los apoyó durante la enfermedad, pero solo escucharon acerca de la promesa de una sanidad milagrosa. No estaban preparados para la muerte de la hermana, y fue devastador.
«En el pentecostalismo hemos enfatizado, y de manera apropiada, el poder milagroso de Dios», dice Tennison, de 51 años. «Pero la gente puede quedarse con la impresión de que no les ocurrirán cosas malas. Que no importa lo que ocurra, Dios lo arreglará en ese momento. Puede ser devastador cuando algo ocurre y no han sido preparados para este dolor y la realidad de que vivimos en un mundo caído».
Ya sea que el trauma provenga de un accidente, un divorcio, abuso u otras causas, existe una mayor probabilidad de que los feligreses vean a las personas que llegan a la iglesia con cicatrices. Según Mental Health America, unos 42,5 millones de adultos sufren de un trastorno de ansiedad. Y una consejera cristiana en el centro de Arkansas ve que estos problemas aumentaron debido a la pandemia.
Heather A. Bixler, de 48 años, dice que el trauma de ese evento creó un «goulash» que acentuó los niveles de ansiedad. En vez de sentir que pueden hacer frente a la situación, muchas personas ahora son incapaces de manejar incluso los desacuerdos menores, dijo ella.
Bixler, quien recién completó su maestría en consejería clínica de salud mental en Regent University, dijo que la pandemia causó muchas respuestas negativas a la más mínima provocación.
«Se trata más o menos de lidiar con las reacciones y componerse», dice Bixler. «Muchos ministros me dice eso. Pastoreé durante la pandemia y me he sentado con muchos pastores y colegas y los he visto alejarse del ministerio debido a ese dolor».
Bixler dice que no importa cuál sea el trauma, cualquier miembro o pastor puede hablar con los enfermos para expresar empatía y, en casos graves, darles una referencia a un consejero profesional.
Mientras completaba sus estudios de maestría y ayudaba a su esposo a pastorear una iglesia en Dakota del Sur, Bixler ofreció ayuda a varias personas con dificultades personales.
«Una de las mejores cosas es que podíamos conversar con las personas para que supieran que nos importaban y podíamos unirnos a ellos», dice Bixler. «Podríamos decir: "¿Podemos conectarte con varios profesionales con licencia cuyos honorarios estarán cubiertos por tu seguro?" Tenemos que entregárselos a esos consejeros y hacer que sean parte del cuerpo de Cristo».
Cualesquiera que sean las circunstancias, los cristianos deben estar seguros de asociarse con el Espíritu Santo porque, en última instancia, Él es quien traerá la sanidad, dice la directora de discipulado de las AD, Elly C. Marroquín.
«No debemos posicionarnos de una manera que sea más grande que Él», dice Marroquín, de 51 años. «A veces queremos ayudar a la gente y ser este tipo de mesías/salvador/santo. Puede que nos fatiguemos a nosotros mismos. Siempre digo que los dirijan a Jesús y permitan que el Espíritu obre».
Sin embargo, a pesar del problema, ella dice que discipular a las personas que salen de un trauma requiere guiarlas a Cristo. Dado que la iglesia es un cuerpo, el discipulado debe ocurrir en el contexto de la comunidad, dice Marroquín.
«Necesitamos proporcionarles un grupo de apoyo», dice la directora de discipulado. «Ninguna persona tiene todas las respuestas. Es un esfuerzo colectivo llegar a ellos y traer nuestras experiencias, nuestros conocimientos de la Palabra de Dios que guían a alguien hacia Dios».
Martha Tennison dice sin importar la situación los cristianos nunca deben simular que tienen todas las respuestas. Cuando algunos padres afligidos en Radcliff le preguntaron por qué su hijo sobrevivió al accidente y el de ellos no, ella les dijo que los caminos de Dios son más altos que los nuestros y que no hay respuestas para algunas cosas.
«Tenemos que entender que Dios no nos salvó de los problemas, nos salvó del pecado», dice. «Pero cuando vienen los problemas, hay Alguien que puede atravesar esos problemas con nosotros».