El pentecostés y las misiones
Si te fueras de viaje y tuvieras una última oportunidad de hablar con tus amigos, ¿qué les dirías? Cuando Jesús se enfrentó a esta decisión, dijo a sus discípulos que, aunque los estaba dejando, pediría al Padre que enviara a otro Consejero para que estaría siempre con ellos (Juan 14:16). Quería que supieran que después de que Él ya no estuviera con ellos, el Espíritu Santo les proporcionaría todo lo que necesitaban para la tarea que les había encomendado.
El Espíritu Santo nos empodera para la misión de Dios. Las personas que experimentaron el derramamiento del Espíritu a principios del siglo XX estaban preocupadas por la lentitud de la evangelización mundial. Al estudiar las Escrituras y en particular el libro de los Hechos, Jesús y los apóstoles dejaron claro que el plan redentor de Dios debía llevarse a cabo mediante la obra del Espíritu Santo a través de la gente común.
Ese propósito central de la venida del Espíritu se encuentra en Juan 20:21–22: «Como el Padre me envió, así yo los envío a ustedes. Entonces sopló sobre ellos y les dijo: "Reciban al Espíritu Santo"» Jesús vio la obra del Espíritu en los discípulos era esencial para la tarea que les había dado.
En Hechos 1:8, Jesús les dijo a sus discípulos: «pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes; y serán mis testigos, y le hablarán a la gente acerca de mí en todas partes: en Jerusalén, por toda Judea, en Samaria y hasta los lugares más lejanos de la tierra». Los pentecostales de principios del siglo XX, utilizando el lenguaje de Jesús en Hechos 1:4, consideraban que la persona que vivía esta experiencia era «bautizada en el Espíritu Santo». Comprendieron que el propósito de este bautismo en el Espíritu era capacitarlos para dar testimonio de Jesús hasta los confines de la tierra.
Hoy, a menudo se asocia a las iglesias pentecostales o carismáticas con determinado estilo de canciones y predicación. Pero en los Hechos vemos que la gente se encuentra con el Espíritu no solo para tener una experiencia o para adorar a Dios con un estilo determinado, sino para recibir el poder de contar la historia de Jesús al mundo.
EL ESPÍRITU SANTO DIRIGE LA TOTALIDAD DEL PLAN REDENTOR DE DIOS EN LA TIERRA
En Hechos que da claro que el Espíritu Santo llama a los obreros y les da una orientación específica. El apóstol Pablo es llamado a una vida de sufrimiento por Su causa para llevar el evangelio a los gentiles (Hechos 9:3-6; 26:1, 5-18), Pedro es llamado a trabajar como apóstol a los judíos (Gálatas 2:8), Pablo y Bernabé son llamados a la tarea específica de llevar el evangelio a nuevos lugares y pueblos más allá de Antioquía (Hechos 13:1-3). El Espíritu Santo da orientaciones específicas a los obreros del Evangelio. Ananías es enviado a orar por Saulo (Hechos 9:10-16), Pedro recibe una visión y luego instrucciones para ir con los enviados de Cornelio (Hechos 10:9-20), Pablo y su equipo son dirigidos a Macedonia (Hechos 16:9), y Pablo recibe aliento para continuar trabajando en Corinto a través de una visión (Hechos 18:9-11).
EL ESPÍRITU SANTO TRAE A LA GENTE A JESÚS
Una conversión a Jesús es siempre la obra del Espíritu, y nosotros somos los instrumentos que Dios utiliza para llevar la buena noticia de lo que Dios ha hecho en Jesús. Pablo, en su carta a los nuevos creyentes en Tesalónica, dice que cuando les proclamó el evangelio, lo hizo con poder, el Espíritu Santo y una profunda convicción (1 Tesalonicenses 1:5); incluso en medio de graves sufrimientos, acogieron el mensaje del Evangelio con el gozo que les daba el Espíritu Santo (1 Tesalonicenses 1:6).
EL ESPÍRITU SANTO NOS HACE VALIENTES Y PODEROSOS EN EL TESTIMONIO
Pedro y Juan hablaron de forma convincente y valerosa ante el Sanedrín (Hechos 4:8-13); después de orar por denuedo, la Iglesia se llenó del Espíritu y todos hablaron con valor la palabra de Dios (Hechos 4:31); Esteban habló por el Espíritu con gran sabiduría de modo que sus oyentes no pudieron refutarlo (Hechos 6:9-10); Pablo habló con audacia en nombre de Jesús cuando llegó a Jerusalén (Hechos 9:28); ante la oposición en Antioquía de Pisidia, Pablo y Bernabé hablaron con valentía (Hechos 13:46-48); y Pablo habló con denuedo en la sinagoga de Éfeso durante tres meses y luego en una sala de conferencias de la ciudad (Hechos 19:8-10).
EL ESPÍRITU SANTO OBRA SEÑALES Y PRODIGIOS, HACIENDO AVANZAR EL EVANGELIO SOBRENATURALMENTE
El libro de los Hechos, después del derramamiento del Espíritu en el capítulo dos, es una narración continua de manifestaciones de poder sobrenatural que sobrepasa las capacidades humanas y que da lugar a que la gente se vuelva a Jesús. Sanidades, expulsión de demonios, palabras proféticas de juicio, resurrección de entre los muertos, todo acompaña la proclamación del evangelio (Hebreos 2:4). El Espíritu Santo también da dones al pueblo de Dios, algunos de los cuales incluyen habilidades sobrenaturales en el momento (1 Corintios 12:1-11); empoderamiento divino en actividades como servir, enseñar y liderar (Romanos 12:3-8); y levanta personas como dones especiales para el cuerpo de Cristo y las equipa para el ministerio (Efesios 4:11-12). Es el poder del Espíritu Santo lo que hace posible el ministerio en cualquier contexto.
Una tarea unificada, una fuente divina de poder, dos dimensiones para el servicio: ¡el Espíritu Santo hace posible la misión de Cristo! Ahora podemos ver la tarea unificada de todo el pueblo de Dios —dar testimonio a toda la humanidad de lo que Dios ha hecho en Jesucristo— tiene una fuente unificada de poder, el Espíritu Santo.
Al ser invitados a colaborar con Dios en su misión global, nos unimos a Su Espíritu que ya obra en nuestras vidas y en todo el mundo, y sale a nuestro encuentro donde estemos supliendo nuestras carencias. Tanto los que envían como los enviados confían en la guía del Espíritu Santo, en la valentía necesaria para proclamar la buena nueva en entornos hostiles y en la fe para creer en las señales y prodigios que abren los ojos y los corazones a la identidad de Jesús. Con tal reserva de ayuda y consejo a nuestra disposición, es una decisión correcta buscar el poder del Espíritu para nuestras vidas. Podemos fomentar esto mediante la oración diaria la meditación en la Palabra de Dios, y estando disponibles y dispuestos a ser guiados por el Espíritu en nuestra vida diaria.
Si aún no has recibido el bautismo del Espíritu Santo, simplemente ora y pide a Dios este don. Pide también a otros que oren contigo y por ti.
Al orar por los grupos étnicos no alcanzados y los misioneros, deja que el Espíritu Santo te hable. Si sientes una urgencia particular de orar por un misionero en particular, responda a esa urgencia y luego escríbele para contarle de tu apoyo en oración. Pide al Espíritu Santo que te hable sobre tu responsabilidad en las misiones. ¿Te está guiando a compartir el evangelio con alguien de tu vecindad o círculo social? ¿Te está guiando contribuir económicamente al programa misionero de su iglesia local? ¿Quizás te está pidiendo que consideres ir como obrero global de carrera a otra nación o cultura?
Ora con fervor, escucha con atención y responde con prontitud.