Hemos actualizado nuestra Política de Privacidad para proveerte una mejor experiencia en línea.
Revisar

La obediencia conduce a la sanidad

Rick Daddona fue sanado de ELA después de su bautismo en agua.

El 24 de septiembre de 2017, Richard T. Daddona pasó por las aguas bautismales de Trinity Chapel Assembly of God en Louisville, Kentucky, y salió como un hombre de fe sanado de ELA.

La enfermedad de Lou Gehrig (esclerosis lateral amiotrófica), que es el debilitamiento progresivo de los músculos, afecta severamente a muchas personas en sus capacidades físicas. En octubre de 2016, un neurólogo confirmó que Daddona, de 59 años de edad, tenía esta enfermedad después de haber sufrido durante un año un constante y horrible espasmo en todo su cuerpo.

En enero de 2017, Daddona, ya jubilado, comenzó a utilizar una silla de ruedas para moverse, ya que la enfermedad afectó sus piernas. Nancie, esposa de Daddona por 30 años, se convirtió en su principal cuidadora. Daddona no podía pararse, darse la vuelta, vestirse ni bañarse por él mismo.

Inmediatamente después del diagnóstico, Daddona dice que comenzó a tener una serie de doce sueños muy detallados, en los cuales, alguien siempre predicaba un mensaje sobre aguas sanadoras y de cómo estas podían lavar el pecado y la enfermedad. Cada vez que el sermón terminaba, Daddona y su esposa caminaban por un sendero marcado con una docena de árboles que tenían clavados carteles con diferentes pasajes de la Biblia. Este camino conducía hacia una cascada que llenaba un pequeño estanque. En la parte alta de la cascada un hombre miraba hacia abajo con los brazos extendidos. Con cada sueño nuevo, Daddona podía descifrar un versículo bíblico de los que estaban clavados a los doce árboles en el camino al estanque.

«Me despertaba lo suficiente como para escribir los versículos y volver a dormir», recuerda Daddona. Nancie llevaba un registro de estos sueños, los cuales sucedieron durante varios meses. A mitad del camino, los Daddona se acercaron a su pastor, Scott A. Brown.

«La repetición de los sueños acompañados con las Escrituras fue lo que nos hizo ver con claridad que había un tema en común, y un aspecto de esto era el bautismo en agua», dice Brown, de 48 años de edad.

El verso al que se refirió el penúltimo sueño fue Hechos 22:16: «Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre». (RVR1960). Daddona nunca había sido bautizado.

En el servicio de bautismos, el testimonio de Daddona fue leído, así como la explicación de los sueños y las Escrituras relacionados con ellos. Dos pastores asociados tuvieron que pasar a Daddona de su silla de ruedas a la tina.

«Me concentré en las maniobras y el esfuerzo físico de meterlo y sacarlo», dice el pastor de jóvenes Philip F. Lascoe, de 29 años. «En el fondo, estaba un poco nervioso en cuanto a sus sueños y a la posibilidad de qué el fuera realmente sanado».

Como el mismo Daddona lo dijo en la tina del bautismo, él comenzó a orar a Dios para que lo sanara.

«Sabía que sanaría, pero no sabía cuándo», expresó Daddona. «Yo solamente oré que Dios me sanara en ese momento».

Cuando Daddona salió del agua, dijo que comenzó a sentir un hormigueo caliente, primero en las manos (las cuales estaban engarrotadas) y luego en las piernas. Daddona se levantó del agua, agarró las manos de los pastores asociados con una fuerza que momentos antes no poseía, y salió de la bañera sin ayuda. Abrazó a su esposa; al tiempo que sus dos hijos, sus nueras y sus tres nietos presenciaban todo desde la primera fila. La congregación entera se regocijó hasta las lágrimas, con aplausos, abrazos y aleluyas por aquella sanidad instantánea.

«Yo estaba lleno de alegría; es algo que no ves todos los días», expresó Brown.

«Simplemente me quedé atónito», recuerda Lascoe. «No podía hacer otra cosa más que alabar a Dios».

En vez de sentarse en la silla de ruedas que lo trajo, aquel día fue Daddona quien la empujó fuera de la iglesia.

Ahora, unos pocos meses después, Daddonna y Nancie sirven como voluntarios en la guardería de infantes cada semana. Él camina y se mueve como si nunca hubiese tenido ELA, y tiene fuerza y agilidad para sus actividades diarias.

«Toda esta experiencia me ha acercado más a mi esposa, y, a ambos, nos ha acercado más a Dios. Sentimos que podemos depender totalmente de Él para cualquier cosa», concluye Daddona.