El cáncer no impide el lanzamiento
Los pastores Esteban y Priscilla Perumalla admiten que renunciar a los ambientes espaciosos y las vías simples de Texas por las calles ajetreadas de Nueva York representó un choque cultural.
¿Pero ser extranjeros en una tierra extraña? Eso parecía fácil, comparado a las dos peleas de cáncer de Esteban que casi lo sacó de su llamado y de plantar una iglesia Asambleas de Dios en Hamilton Heights, un barrio del alto Manhattan étnicamente diverso y económicamente desafiante.
Ya a sus 36 años de edad recibió su primer diagnóstico de cáncer testicular en la primavera del 2014, no tanto después de que la pareja decidiera terminar sus deberes pastorales en el ministerio de jóvenes adultos en El Lugar de la Gracia en Arlington con el fin de plantar una nueva iglesia en Hamilton Heights. Pero los cirujanos extirparon el tumor exitosamente, y tuvo una recuperación rápida y completa.
Por tanto, los Perumallas y sus hijos, Boston de 5 anos y su hermana Aviah de 3, se trasladaron a Nueva York en julio del 2015. Mientras que él y Priscilla trabajaban para establecerse, edificar relaciones, e iniciar un incipiente grupo en el hogar, las revisiones posteriores de Esteban con los médicos demostraron que no había causa para alarmarse. Después de que asistieron a un evento de lanzamiento de la Red de Multiplicación de Iglesias, nada parecía interponerse en sus planes para oficialmente lanzar El Lugar de la Gracia de Nueva York antes de que termine el 2016.
Sus citas de seguimiento trimestrales fueron buenas, pero su oncólogo lo llamó en junio del 2016 con la inquietante noticia: El cáncer había vuelto en uno de sus ganglios linfáticos. El médico recomendó quimioterapia inmediata. Seguro de que después de un par de semanas de tratamiento Esteban recuperaría la mayor parte de su energía, los Perumallas decidieron proceder— pero sin que su fe sea sacudida primero hasta lo más fondo.
"Estábamos desalentados", recuerda Esteban. "Nos quedamos sin aliento." Le atribuye a Priscilla el liderazgo hacia esa encrucijada espiritual.
"Estábamos plenamente decepcionados de Dios," admite. «Pero entonces me di cuenta de que si no lo adoraba en este momento, iba a hacer que se molestara.»
Por lo tanto, eso hicieron. En la oración, ellos alababan, confiaban, y encontraban paz — y la determinación para seguir adelante.
"Aún si Dios no contestaba esta oración con una curación milagrosa nosotros queríamos hacer el lanzamiento," dice Priscilla. "Nuestra salvación era suficiente".
Las subsiguientes rondas de quimioterapia resultaron horribles. Las reacciones potencialmente mortales de Esteban lo llevaron al hospital varias veces durante las semanas próximas. Mantener la fe en su vocación se convirtió en una maratón larga y tortuosa.
«La mayor marte del tiempo estaba muy enfermo», recuerda. "Mi esposa cuidaba de dos niños y un marido enfermo."
Lejos del hogar y la familia y con unos pocos amigos en la metrópoli, también se convirtió en una experiencia solitaria. Los padres de Esteban y Priscilla viajaban periódicamente, pero en su mayoría solamente Priscilla tenía que hacerse cargo.
La experiencia sólo hizo que los Perumallas se volvieran más decididamente a la fe que los unía. Después de todo, el aislamiento había ocurrido antes. Como parte de las minorías étnicas en los Estados Unidos — él es hijo de inmigrantes de la India, ella es de herencia mexicana— ellos ya habían batallado con la supuesta "norma".
La pareja se conoció en el 2002, durante las clases en la Escuela de Ministerio del Centro Mundial en Mission, Texas, que luego se desarrolló en una amistad platónica. Pasaron tres años para que Esteban avisara que quería casarse, pero después de su graduación, sus caminos divergieron. Esteban ayudó a fundar una iglesia en San Antonio; Priscilla se fue a Irlanda para ayudar allí con una nueva congregación.
Un año más tarde, Priscila se trasladó a San Antonio. Ocho meses más tarde se comprometieron y seis meses después de eso intercambiaron votos.
"Hemos esperado mucho en nuestras vidas", explica.
Una década más tarde, después de ese momento de confianza y de las semanas próximas de dolor, esperaron otra vez un milagro: Vino a través de la perseverancia, una reflexión prolongada, y oración.
"Tomó un tiempo, pero luego nos dimos cuenta de que Dios sabía que esto iba a suceder antes que pasara," dice Esteban. "Aun nos sentíamos confiados de que necesitábamos seguir adelante."
Priscilla concordó con él. "Tuvimos la misma mentalidad, que el cáncer no podía opinar sobre lo que Dios nos había dicho," dice ella.
Una vez más, Esteban está hoy en día con una salud vibrante. Reuniéndose en el auditorio de la escuela pública 153, Escuela Elemental Adam Clayton, El Lugar de la Gracia de Nueva York recientemente celebró su segundo aniversario. El rebaño de casi 40 fieles refleja su diversidad comunitaria: Dominicanos, puertorriqueños, afroamericanos, asiáticos y anglosajones.
La congregación es apoyada por una relación de iglesia madre a través de El Lugar de la Gracia en Arlington.