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Encontró el perdón

Después de experimentar lo impensable cuando era niña, Elizabeth McGuire ha encontrado el perdón a través de Jesús y anda en libertad de las cadenas de traumas del pasado.

Soportó lo impensable cuando era una niña, Elizabeth McGuire, de 42 años y nativa de Elwood, Kansas, es libre de amargura y vergüenza, y está comprometida a darle a Dios toda la gloria.

«Cuando pequeña, la vida era genial», dice McGuire. «Yo era una niña de papá. Me enseñó a cazar, a pescar, a disparar y mucho más».

McGuire y su hermano gemelo eran los menores de siete hermanos, todos ellos eran medio hermanos. Dice que «nunca se relacionó mucho con su madre».

Cuando McGuire tenía 7 años, su padre entró en una profunda depresión y comenzó a luchar contra el consumo de alcohol.

«Nuestra relación cambió drásticamente», dice McGuire.

Fue entonces cuando un familiar que tenía casi 20 años se fue a vivir con su familia.

Poco después de la mudanza, comenzó a comportarse de manera inapropiada y, a medida que pasaba el tiempo, empeoró, dice McGuire. Recuerda que hubo momentos en los que estuvo cerca de morir.

McGuire estaba indefensa y las cosas estaban tan mal que a menudo escondía un cuchillo en su cama por temor a que su atacante apareciera durante la noche.

McGuire dice que cuando tenía 11 años, su padre y ese miembro de la familia «se enzarzaron en una gran pelea» y él dejó de ir a la casa.

Aunque la amenaza de daño terminó y sus heridas físicas sanaron, McGuire había sufrido un trauma emocional que solo Dios podía sanar.

«Al entrar a la escuela secundaria, hice lo que pude para enmascarar el disgusto que sentía y la vergüenza que tenía hacia mí misma», dice McGuire. «Empecé a juntarme con la gente equivocada, a salir de fiesta, a beber y hacer muchas cosas. A veces, me lastimaba para ocultar de manera física el dolor emocional que sentía».

McGuire conoció a Bill en su último año en la escuela secundaria. Ellos comenzaron a salir y a «pasar juntos cada minuto que podían».

«Me di cuenta de que Bill siempre iba a la iglesia los domingos por la mañana y se mantenía firme en no faltar», dice McGuire. «No podía entender por qué».

McGuire había asistido en ocasiones a la iglesia con su abuelo cuando era niña, pero lo veía solo como una lección de historia sobre un hombre llamado Jesús que «fue una vez, pero ya no es».

Decidida a ver por sí misma por qué él tenía esa determinación de a asistir a la iglesia, McGuire acompañó a Bill un domingo.
«Lo primero que noté fue lo hospitalarias que eran las damas», dice McGuire. «Algunas de ellas me tomaron bajo su protección, y aprendí con rapidez que este Jesús que pensé que una vez fue, en realidad todavía es y siempre será».

McGuire pronto aceptó a Jesús como su Señor y Salvador, y ella y Bill se casaron y formaron una familia.

Sin embargo, los tormentos del pasado de McGuire continuaron persiguiéndola en secreto.

«La culpa que me invadió fue indescriptible; fue algo abrumador», dice McGuire. «Sabía que Dios era un Dios de amor, pero oré varias veces para que no me amara. Estaba demasiado avergonzada, me sentía muy culpable e indigna del amor de Dios».
McGuire mantuvo esa mentalidad durante los siguientes 16 años hasta que tuvo convicción de la amargura y la falta de perdón que estaban arraigadas en su corazón.

En 2012, McGuire y su familia se mudaron a Norfolk, Nebraska, y comenzaron a asistir a Victory Road Assembly of God, pastoreada por Mark Rose.

Finalmente, reunió la valentía para llamar a la puerta de su pastor, McGuire le preguntó si «tenía un minuto».

Rose escuchó, ya que por primera vez, McGuire comenzó a revelar los secretos que había guardado durante tantos años.

«Esa conversación de 'solo un minuto' se convirtió en una hora y luego en dos horas y después en muchas conversaciones más», dice McGuire. «Él siempre me escuchaba y oraba por mí, y me convenció de que hablara con mi esposo y le contara todas las cosas de mi pasado porque nunca se lo había dicho».

La libertad total llegaría un año más tarde, cuando Victory Road celebró una semana especial de cultos de oración, y el Señor impulsó a McGuire a orar por su pasado traumático.

«Al principio, lo ignoré, pero Él seguía incitándome a levantarme y orar. Eventualmente, le dije: 'Está bien, Padre, si viene de ti, lo haré'» dice McGuire. «Comencé a orar por mi esposo y mis hijos, pero luego todos los recuerdos de mi infancia regresaron, y supe de inmediato que Él quería que orara por eso en particular».

Dice que sintió que Jesús grabó en su corazón que ella era su hija y que era amada. «Que me recordara que me amaba en medio de la vergüenza y la culpa que estaba sintiendo y que me aceptara tal como era, fue maravilloso».

Aunque todavía tiene recuerdos de su pasado, McGuire ya no permite que el dolor defina quién es. Todo lo que tiene para aquellos en su pasado son oraciones y la esperanza de que algún día los verá en el Cielo.

«He podido perdonar», dice McGuire, y no quiere nada más que encontrarme con ellos en la eternidad.

Amy Lynn Smith

Amy Lynn Smith vive en Elizabethtown, Kentucky, con su esposo, el pastor W. Kevin Smith y los dos hijos menores de los seis que tienen. Ha servido en varias facetas del ministerio con las Asambleas de Dios durante 27 años, incluyendo líder de adoración, diácono y pastora de jóvenes. En la actualidad la encargada de la oficina de Radcliff First Assembly.